Ver las cosas desde lejos
achinar y abrir los ojos a la distancia.
Contemplar los oleajes de colores,
las acuarelas, que cercanas se vuelven incomprensibles.
Los ojos que se agrandan y se achican
y que de ojos se vuelven rodillas, brazos, narices.
Ver las cosas a distancia,
saltar del cuadro, del tren en movimiento
aunque sea por un instante,
alejarse para comprender
que en ese momento no somos de carbonilla
no somos ni líneas, ni pincelada, no somos nada.
Alejarse un poco, para que ese desorden de colores
se vuelva claridad, una figura, un silueta entendible
(entendible para nosotros)
Dar unos pasos hacia atrás, retroceder algunos casilleros
y así darnos cuenta en dónde estamos.
Ver las cosas a la distancia
como los momentos en una foto
donde todo se vuelve tan atemporal
que nos miramos y no nos reconocemos
como si fuésemos otros, habitando en nosotros
que resulta increíble lo intangible que es
Ver las cosas desde lejos
y que asi, despacito y de a poco
nos envuelva ese anhelo,
esas ganas de estar cerquita,
de volver a ser parte del cuadro
de querer fundirnos en torbellinos de colores y de formas
de querer volvernos nuevamente incomprensibles
Para volver a palpar las cosas desde cerca,
pero sabiendo que estamos donde queremos estar,
que no es por simple inercia, por corriente que fluye.
No es solamente porque este río nos lleve.
Ver las cosas a distancia
para sentirlas después
tan cerca.
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