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lunes, 23 de diciembre de 2013

a flor de agua

Talita se corrió un poco en la cama y se apoyó contra Traveler. Sabía que estaba otra vez de su lado, que no se había ahogado, que él la estaba sosteniendo a flor de agua y que en el fondo era una lástima, una maravillosa lástima. Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída.

Capítulo 54

martes, 3 de diciembre de 2013

De otras vidas

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Y un día, sin muchas vueltas te fuiste a volar otros cielos, y me dejaste a la deriva, sin saber como hacer para no tambalear en cada paso que daba. Y todavía estoy así, con millones de dudas dándome vueltas, o tal vez sólo una, y un par de manitos que me piden upa. ¿Sabés? A veces pareciera que este vacío pesa tanto, que caigo en un pozo del cual cuesta mucho salir, pero él se acerca despacito y me ayuda a levantar vuelo, otra vez.
¿Por qué será que la calesita gira y nunca nos deja en el mismo lugar en el que subimos? Te extraño tanto. No te encuentro en las canciones, ni en todas las plazas que recorrimos, y aunque ponga siempre los mismos discos, aunque me eche a rodar en el pasto todos los agostos, ya no es lo mismo.
Existe un vacío tan grande que siento que lo que respiro es como plástico, algo artificial que me asfixia. Me dejaste a la deriva, y no te lo puedo perdonar, porque me habías prometido algo distinto, yo no quise creerte al principio, porque sabía que estas cosas pasan, que ciertas cosas no pueden ser tan mágicas (sé que no es tu culpa, perdoname, pero es tan triste verlo crecer sin vos). Le di una foto tuya, y la pone debajo de la almohada cada vez que se va a dormir, a veces le susurra cosas, mientras cree que no lo veo, te cuenta cosas, y a mi me dan ganas de llorar y sonreir al mismo tiempo, como esos arcoiris de los que hablaba Benedetti, de los cuales siempre te gustaba escuchar de mi boca, en esos días en los que ponías la cabeza sobre mis piernas para escucharme y yo hacía dibujos con mis dedos en tu pelo, mientras recitaba palabras que recordaba o te cantaba pedacitos de canciones que venían a mí de quién sabe que recovecos.

Hay algo que me atormenta más que nada, y es el miedo a olvidarte. No lo creía posible, ¿sabés? me sentía tan invencible teniendote tan vivo en mi recuerdo. Pero fui un poco ilusa, siento que algunas cosas se me borran, se me escapan, y no puedo reconstruirlas. No me bastan todas tus fotos, ni los videos, ni todas nuestras conversaciones, hay algo que no se puede guardar en ningún tipo de maquinaria. ¡Estábamos  tan equivocados! El instante que guardan las fotografías, es un instante incompleto, algo inacabado, los olores, la música, las sensaciones, las agregamos nosotros, cuando las vemos, pero yo ya no puedo, me quedé vacía.

Hay algo, que nos llevamos cuando nos vamos, algo que es imposible de recrear. Pero hay cosas que sí quedan, como memorias en todo lo que fuimos, memorias que advierto cuando estoy batiendo un café, cuando me da fiaca levantame y escucho la lluvia caer mientras estoy acostada o en los momentos en que me río, y no entiendo muy bien por qué. Hay algo en los tostados de queso, en las personas diciendo mi nombre, en las luces y sombras de las fotografías, la magia de escuchar bicicleta, de cantar Nina Simone, de jugar con nuestro hijo o escribir, de saber que estás conmigo, cada vez que entro a un aula llena de niños, y cuando me quedo horas y horas frente al río. Algo en esas cosas que me hacen sentir bien, aún cuando estoy a punto de caer.

Hay un lugar en donde no me dejas olvidarte, y es ahí, cuando tiene una pesadilla y viene a dormir conmigo, mientras se acurruca al lado mío lo veo y te veo, en ese gesto que hacías, mientras me mirabas, antes de abrazarme y dormirte al lado mío.