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martes, 18 de septiembre de 2012

Lo que esconden las bufandas

Quedaron palabras que no te dije, enredadas en mi bufanda azul.
Olor a café, a tardes de viento, a hojas de otoño, crujiendo, bajo las pisadas distraídas.
Un sin fin de minutos arremolinándose en mí, los guarde ahí, para no pensar en el tiempo.
Me queda una página de Rayuela que no puedo olvidar, este presentimiento de que todo va a salir mal, las ganas de salir corriendo, el maullido de mi gata a la mañana.
Una culpa que va creciendo, que se vuelve una carga, la dejé ahí, perdida entre otoños, para que no pese tanto.
El abrazo que me diste, está intacto, quedó impregnada tu presencia de tarde de abril en mí.
Guardé también un poco de viento, pero del viento lindo, ese que logra traspasarnos, y volvernos moléculas de aire que se transportan lejos y cerca, ayer y hoy, otoño y primavera, feriados y jueves, en vos y en mí.

Queda un poco de miel, pero ya no basta.
Queda un té para dividir entre tres.











 "(...) Dónde estarás,dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un universo inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos puntos que se alejan y se acercan arbitrariamente (...) estamos componiendo una figura, vos un punto en alguna parte, yo otro en alguna parte, desplazándonos (...) y todo eso va tejiendo un dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido." 
· Cortázar



sábado, 15 de septiembre de 2012

In-dudaciones

Basta una mirada distinta,
un momento incómodo,
un par de pasos torpes,
palabras echadas al viento con o sin noción de su peso,
de la carga que llevan consigo.

Se necesita de tan poco para generar una duda.
Una pequeña grieta en nuestro muro.

Las dudas no preguntan ni piden permiso,
se abren camino, río abajo, con y contra corriente,
arrasando con todo a su paso.

Hay algo que inquieta adentro nuestro y hace ruido.

Alguna teja rota en nuestro techo,

es ahí donde nacen goteras

que nos van mojando (de a poco)

como una alerta

ante la inevitable

inundación.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Máquinas del tiempo

Las casas de las abuelas, son como máquinas del tiempo.
Uno puede escaparse ahí, entre paredes que lo vieron crecer.
Entre plantas germinadas en lamparitas de luz, y cajones llenos de ovillos de lanas.

Uno puede, leer Rayuela en un cuarto olvidado sin preocuparse por nada más.
Y salir corriendo, subir escaleras y sentir al sol en un rinconcito de la terraza,
dónde las cosas se ven de otra manera, y tienen gusto a dulce, nostalgia y carcajada.

Y a veces me pierdo entre las cartas de canasta, y puedo cantarle a Alfonsina y a su mar, entre mano y mano. Y a veces no se, si me vuelvo cada vez más grande o más chica entre las paredes, la mesa de la cocina y la ventana que da al jardín.

Se que en el placard están los vinilos, y los álbumes de fotos llenos de historias guardadas desde hace tiempo. Y se que a la Zulema le cuesta contarmelas esos dias grises, en los que la memoria se torna un elefante que nos aplasta de a poco. A veces se la siente triste, hasta que se rie y me rio y terminamos en el piso, las dos. Y ahí sí que no se quién es quién, cuando por momentos ella es yo y yo soy ella, jugando a ser yo y nuestras historias se mezclan entre las fotos en blanco y negro que nos miran de reojo desde la mesa.

"A los años da ganas de agarrarlos como barriletes y traerlos para acá" me dice, y sonríe con nostalgia, y yo la siento enorme e infinita, y a la vez frágil, como cristal. 

Las casas de las abuelas, son como máquinas del tiempo.
Un escape sepia, un lugar donde el reloj se deteniene por un momento.

Un lugar, donde las reglas son de crayones, terrazas, de risas y abuelas en camisón.