No todos los días, uno escucha a una nena de trenzas rubias, relatar un partido de futbol, mientras patea una pelota de colores.
No todos los días, uno ve a una chica, hamacarse con muchas ganas, mientras le grita a la luna, que la va a alcanzar.
No todos los días, una niña, se te acerca corriendo, se sienta (después de mucho esfuerzo) en la hamaca al lado tuyo, y con las piernitas colgando, te cuenta como el papá la hamaca fuerte fuerte, y te muestra, nuevas técnicas para sonarse los mocos.
No todos los días, uno puede sentir el nacimiento de un abismo, que se vuelve gigante, infinito y silencioso.
No todos los días, uno puede estar tan cerca y tan lejos de alguien.
Cuando me senté en la hamaca, me daba el sol de espalda, una nena me hablaba, y el pasto se movía, interceptando el camino de las homigas.
Y sin embargo, cuando me levanté, el sol ya no estaba, la nena se había ido a tomar la leche, y yo ya me había vaciado.
Me escondí debajo de la bufanda, para cuidar las pocas palabras que me quedaban.
Y empecé a caminar.
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