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jueves, 3 de mayo de 2012

Agujeros negros de hoy en día

A veces somos siluetas de aparente cartón.
Siluetas que caminan pero no avanzan.
Que hablan, pero no dicen nada.
Siluetas.
Uno no puede ver a través de una silueta, como no se puede ver a través del cartón, de algo opaco y sin vida.
Entonces no nos podemos dar cuenta, no podemos saber a simple vista.
A veces en el pecho de las aparentes siluetas, aparece un punto negro, insignificante, una pequeña molestia en medio de tanta rutina.
Hasta que ese puntito termina siendo un agujero negro que nos va absorbiendo de a poco, pidiendo más de nosotros.
Este agujero, infinito y atemorizante, nos exige, sediento, arrebata lo mejor y lo peor de nosotros.
Pensamos que dándole lo que nos pide, estamos callándolo y apagándolo.
Pero no.
Lo volvemos más fuerte.

A veces, el agujero negro nos vuelve de malhumor, irritantes, frustrados irascibles.
Nos saca las ganas.
De todo.

A veces mi perra rasguña la puerta, pidiéndome desesperada, un poco de asfalto y arboleda.
Y yo refunfuño, y me enojo y le digo que no quiero que no puedo que no hay tiempo.
Que la facultad, y los trabajos, y la salud y la familia, y le explico de las cuentas, del gas y de la luz.
Pero a ella no le importa. (Y hace bien)

Y la saco, mientras agita la cola de aca para alla, feliz de la vida, y me lleva por las calles laberínticas.
Y me cuenta del verde, y de las nubes con formas, y de los nenes que la miman y de las palomas que corre.
Y yo me rio, y me acuerdo, y me doy cuenta de que de a poco, me siento mejor.
Y vuelvo a mi casa, riendo y cantando.
Y presiento que el agujero no era tan hondo.
Ni tan fuerte.
Ni tan oscuro.

Y me doy cuenta que vale la pena vivir un día más
con un poco de verde, de formas de nubes
de calesitas y nenes, y palomas que vuelan.

Que hoy estamos vivos


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