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miércoles, 25 de julio de 2012

De muros (1)

Levantó la mirada. Con el esfuerzo con el que se levantan bolsas de basura, llenas de ramas quebradas, de hojas barridas de alguna tarde, de cosas que se arrastran hace tiempo. No supo que decir, ni una sola excusa, pretexto, o razón. No había escudo posible, ya no.
Levantó la mirada, con un notorio sacrificio, una carga temblorosa que anidaba desvelos. El muro estaba cayendo. Había empezado con pequeñas grietas sigilosas, en aquel entonces, eso no fue cosa de preocuparse, ya había pasado antes y se había detenido.
Pero cuando aparecieron las aberturas, cuando la luz empezó a filtrarse de a poco esa mañana, supo que las cosas habían comenzado a desbordarse.
Con habilidad y destreza, logró taparlas, emparchar lo descosido.
Una tarde se descubrió apoyando su ojo izquierdo en el frío frente del muro, para ver a través de una de las aberturas que parecía no querer ser ocultada, cómo si estuviese decidida a entregarse por completo a su causa.
No se veía bien, del otro lado las cosas estaban borrosas.
Algo fue creciendo desde esos días, una suerte de enredadera irreprimible, que no dejaba lugar a conformismos.

Si las grietas hicieron surgir dudas, las aberturas abrieron paso a una fila de interrogantes que ansiosos se colaban a través de los espacios que podían, letras rabiosas e imprudentes que se chocaban una a una y caían en su cabeza.
Levantó la mirada, como queriendo bajarla, cómo sabiendo lo que le esperaba, con eterna cautela y una incertidumbre tan profunda, que ya no pudo disimular el leve temblor en sus manos.

-¿Qué va a pasar cuándo todo esto se derrumbe?- preguntó

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