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martes, 17 de julio de 2012

Del otro lado del huracán

Lo intenté mil veces, claramente no resulta. Bueno mil veces no, (esto de la exageración parece brotar por los poros). Mil veces no, ni siquiera diez, creo que fueron tres. Sí fueron tres. Tengo la sensación que ésta manía de maquinar todo en mi mente antes de siquiera accionar una palanca, me va a terminar varando. No quiero frenarme, no quiero mirar atrás y arrepentirme de cosas que no hice. Existe un pequeño detalle. Me resigno a pensar que con lo que haga voy a lastimar a alguien o arruinar algo, no quiero, no me gusta. Estoy en la cuerda floja, en la línea divisoria, esa que me muestra, las dos versiones. Siempre salto al lado que conozco, aquel que me asegura, que esas películas interminables que hice, van a seguir siendo parte de mi cabeza, en algún cajón. Fueron tres veces las que salté al otro lado, tres o tal vez más, (tres son las que más recuerdo.) No me arrepiento de ninguna. Sí cambiaron cosas, algunas se volvieron más grises. Sí, fue por mi culpa. En un acto en el que hace que me odie a mi misma digo: No me arrepiento. Probé y me di cuenta de muchas cosas. Entre ellas, que cuanto más guardo ciertas palabras, más pesadas e inconfundibles se tornan, como en otro idioma. Idiomas donde una palabra tiene más de un significado. Decirlas, tal vez puede doler, confundir las cosas, cambiar, y dejar todo como después de un huracán. Pero cuando están afuera las palabras vuelven al idioma original, y las entiendo mejor. Afuera, las cosas se me aclaran. La pregunta entonces es ¿Por qué tres? ¿Por qué no más? No me molesta ser huracán, puedo vivir con eso, en mi desorden y mis vueltas. Con lo que no puedo vivir, es con el conocimiento del caos que voy dejando a mi paso. Tal vez sea únicamente eso, lo que me obliga a saltar, de nuevo, hacia este lado.

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