Existen viajes que empiezan cuando uno no presta atención, porque no hay valijas ni puertos (ni puertas.)
Uno se cuela en la rueda de una bicicleta, y pasa una temporada de verano, dando vueltas y vueltas, girando y dejándose transitar.
Mientras, el sol te entibia de a poco, y te vuelve cromático, mientras rodás en el pasto, siendo rueda, persona, rueda, pasto, persona, sol, rueda, pasto.
Uno no sabe cuando terminan esos viajes, cómo tampoco sabe como empezaron.
Y a veces una soga adentro nuestro se anuda.
Porque no entendemos ciertas cosas.
Y de repente te vés a vos mismo, con un sueter demasiado grande, un bufanda demasiado larga y una taza de café haciéndote de guante, en un rinconcito del piso, pensando.
Mientras, por la ventana un cuadro gris, una lucha entre vientos y tormentas, y árboles que no saben para dónde salir escapando.
Un dedo aprieta "play" y el lugar se comienza a inundar, de a poco.
Por unos minutos nos ahogamos.
En nosotros mismos.
No se si eso desajusta el nudo o no.
Se siente un poco peor.
Y un poco mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario